El hombre Marlboro agoniza… solo agoniza.

-El hombre Marlboro está muy malito.

-¡Vaya noticia!  Le hirieron en 1971, cuando la publicidad tabaquera fue prohibida en televisión. Y en 1999 lo intentaron fusilar, cuando nos retiraron al cowboy de los carteles al aire libre.

-Has dicho bien. Lo intentaron. Y desde entonces agoniza, pero no está muerto.

-No estoy tan seguro. Si hasta los cuatro actores que lo encarnaron han muerto por enfermedades tabáquicas. ¡Que ya es mala suerte!

-Cierto. Ni siquiera James Bond se enciende un cigarrillo desde 1989.

-Pero lo peor es que nuestros clientes tengan que esconderse para fumar. Ahora solo los puedes ver en las puertas de los bares, lejos de los parques y hospitales, como proscritos…

El gesto del presidente de Mondial Tobacco se agrió. Pero el consejero delegado aún no había comenzado con las malas noticias.

-Tengo los últimos datos del consumo de tabaco en Estados Unidos.

-No sé si quiero conocerlos.

John Winston no tomó en cuenta la sugerencia de su jefe y arrojó el dossier encima de su mesa.

-La proporción de fumadores en EEUU va descendiendo de manera inexorable: En 2012 alcanzó un preocupante mínimo del 17,8% y se espera que baje hasta el 12% en 2020.

-¡Dios mío! ¡Nuestra industria se muere!

-Aquí sí. Hemos pasado de vender un máximo de 630.000 millones en 1982 a 230.000 millones en la actualidad. ¡Una catástrofe!

-¿Por qué?

La pregunta de Henry W. Camel no era baladí. Encerraba la preocupación que le atormentaba desde que hacía doce años alcanzó la presidencia del mayor holding tabaquero mundial.

-Todo radica en la campaña de nuestros enemigos, que aseguran que el cigarrillo –leo textualmente- es “el artefacto más mortífero de la historia de la civilización”

-Eso es una majadería como una bomba atómica. ¿Acaso no es dañino el alcohol? ¿O conducir a más de cien kilómetros por hora? ¿O no mata una descarga eléctrica?  ¿O un revólver Smith &Wesson? ¿Y acaso prohíben alguna de esas cosas? ¿O le ponen tantas trabas como a nuestra industria? ¿Y nadie habla de la contaminación?  No, claro. Es más fácil crujirnos a impuestos y luego culpabilizarnos de todo.- John Winston asintió en silencio. Carecía de argumentos para contradecir a su jefe.

-¿Qué podemos hacer? Si seguimos así peligran nuestros trabajos.

-Creo que hay una luz de esperanza, amigo mío.

De repente, como por encanto, apareció una pantalla, en la que comenzaron a aparecer imágenes.

-La buena noticia es que mantenemos nuestro reinado en el territorio clave: los institutos, donde nueve de cada diez fumadores adoptan el hábito. El porcentaje de fumadores adolescentes se mantiene sin cambios desde 2011 y el cigarrillo electrónico avanza al galope entre ellos. Además, nuestro lobby tabacalero está en condiciones de frenar cualquier iniciativa del Gobierno al respecto.

Camel sonrió satisfecho. Pero lo mejor estaba aún por llegar. El mapa de un pequeño país apareció en la pantalla.

-Nuestra estrategia se va a basar en asimilar el derecho a fumar con la libertad por la que lucharon nuestros padres americanos, los pioneros. Y un lema: “El único país del mundo que prohíbe el cultivo, la producción y la venta de tabaco es  el Reino de Bután. ¿Quiere usted vivir en Bután?”

John Winston y Henry W. Camel se miraron satisfechos. Y salieron del amplio despacho con vistas a Central Park. Por eso no les dio tiempo a ver la siguiente diapositiva que apareció en la pantalla: “A partir de 2.030 la epidemia tabáquica matará cada año a más de 8 millones de personas”.

El fondo de aquel mensaje era una sencilla calavera.

Juan Carlos Padilla Estrada

Neumólogo. Hospital Vithas Internacional Medimar, Alicante.