Adolescencia y adicción: cómo funciona el cerebro adolescente
La adolescencia es una etapa de profundas transformaciones físicas, emocionales y cognitivas. Entre los 12 y los 25 años el cerebro sufre una reorganización masiva que afecta al cableado formado por los axones y las dendritas de las neuronas y glía.
En esta fase se mejora la mielinización y se incrementan las conexiones o sinapsis. Este proceso conduce a una actividad más eficaz de los lóbulos frontales, a sopesar mejor los impulsos y a tener en cuenta cuestiones relacionadas con las normas y la ética, lo que se traduce en un comportamiento más reflexivo y un mejor control de la conducta. Los resultados de las investigaciones sitúan el final de este proceso de maduración entre los 25 y los 30 años, hasta entonces el adolescente-joven se caracteriza por un patrón de comportamiento que denota una especial vulnerabilidad a las conductas potencialmente adictivas.
La regulación de la conducta dirigida por el deseo es una dialéctica entre el impulso y el control, en el que intervienen diferentes áreas del cerebro. El impulso se inicia con la idea de que realizando determinado comportamiento se obtendrán consecuencias placenteras, siempre que se den las condiciones que lo posibiliten. Este impulso motivante tiene lugar en un circuito formado por un conjunto de estructuras ubicadas en el sistema límbico, denominado el sistema de recompensa.
Adolescencia y adicción: el manejo de las tentaciones
Por otra parte, la evaluación de la conveniencia, o no, de ejecutar la conducta se genera en otra área del cerebro, los lóbulos frontales. Que es la estructura cerebral más evolucionada y que caracteriza a la especie humana. Gracias a los lóbulos frontales podemos calibrar el riesgo o la recompensa de nuestras conductas, planificar y organizar acciones futuras, hacer juicios de valor, priorizar o demorar según las consecuencias inmediatas y demoradas, en definitiva manejar las tentaciones.
Nuevas experiencias
En esta etapa de la evolución, el cerebro adolescente presenta una especial sensibilidad a la dopamina, un neurotransmisor que activa los circuitos de recompensa a la vez que interviene en el aprendizaje. Esta sensibilidad parece estar asociada a la conducta de búsqueda de sensaciones propia del adolescente. La curiosidad por lo desconocido marca la personalidad del adolescente, que en la búsqueda de su propia identidad se asoma a la frontera de lo convencional y se siente atraído por las nuevas experiencias. La búsqueda de sensaciones conlleva la asunción de riesgos físicos y sociales para satisfacerlas, y ha suscitado un gran interés en aras a explicar la génesis del consumo de drogas, recabando un sólido apoyo empírico.
Presión de grupo
Otra característica particular del cerebro adolescente es su sensibilidad a la oxitocina, que lo hace especialmente vulnerable. Esta hormona aumenta la gratificación de las relaciones sociales, lo que explica por qué la presión de grupo se convierte en el principal factor que determina la conducta del adolescente.
La socialización cobra gran importancia, y el adolescente construye nuevos vínculos, como los grupos de amigos, los cuales, adquieren gradualmente una mayor atracción en detrimento de la influencia de los padres. Las opiniones y normas implícitas del grupo son tenidas muy en cuenta, para asegurarse la aceptación y evitar conflictos. En consecuencia, las modas, el “si tú lo haces yo también”, y la necesidad de ser aceptado/a por el grupo, explica por qué la presión de grupo se convierte en el principal factor que determina la conducta del/a adolescente.
La alta actividad del sistema límbico frente al todavía torpe funcionamiento de los lóbulos temporales podría ser la explicación del estilo impulsivo en la etapa adolescente, que se caracteriza por aceptar, sin reflexionar, la primera idea que viene a la mente, y no valorar, o hacerlo de forma poco cuidadosa, las consecuencias.
La conducta adictiva ha sido descrita como un trastorno de la voluntad, de la motivación y de la toma de decisiones en tanto que se trata de una conducta que resiste al control de la persona.
Desde una perspectiva psicológica cualquier conducta capaz de producir satisfacción o placer puede convertirse en patológica cuando su intensidad y frecuencia alcanza un nivel capaz de interferir en las relaciones familiares, sociales y/o laborales y se pierde el control. En términos generales, podemos hablar de adicción cuando la conducta no responde a los intentos de control, aumenta su prioridad frente a otras actividades que eran importantes o que resultaban placenteras y como consecuencia de ello, interfiere en las responsabilidades, produciendo una escalada de la conducta a pesar de la ocurrencia de consecuencias negativas.
Daniel Lloret
Doctor en Psicología especializado en adicciones
Artículo publicado en el nº 48 de Más Que Salud, puedes consultarlo en el siguiente enlace.