¿Cuántas veces debo comer al día?
Resultados de estudios científicos recientes en esta materia muestran que no hay una relación clara entre el número de comidas al día y el peso.
Esto reafirma, una vez más, que no podemos dar una recomendación universal, y la estrategia nutricional debe ser diferente y adaptada en cada caso. Antes de establecer lo que sería conveniente en nuestro caso, deberíamos escuchar a nuestro cuerpo e intentar responder a las siguientes cuestiones:
¿Realmente tengo hambre?
Si nos paramos y escuchamos nuestro interior podemos identificar si verdaderamente nuestro cuerpo nos está mandando señales para que lo alimentemos. Las señales de hambre provocan una sensación incómoda y molesta, que se resuelve rápidamente cuando nos alimentamos y suele permanecer en el tiempo durante varias horas. También podemos identificar la sensación antes de encontrarnos realmente hambrientos y prevenir el disconfort. Por ello, si sabes que no podrás comer durante muchas horas, en este caso puede merecer la pena tomar algo antes de llegar a la siguiente comida con demasiada hambre.
¿Me quitará el hambre?
No merece la pena comer para intentar calmar cualquier otra sensación que nos provoca inquietud ya que pronto nos daremos cuenta que no hemos resuelto el problema y esto nos puede hacer sentir peor.
¿Me hará sentir satisfecho?
O tal vez, sé que después de comerlo me dejará indiferente y buscaré algo que realmente me apetezca. En este caso, tal vez deberíamos dedicar un poco más de tiempo en pensar la opción adecuada.
¿Será poco o demasiado?
Será adecuado si nos mantiene satisfechos hasta la siguiente comida. Debemos escuchar a las señales de nuestro organismo, masticar bien y dejar pasar el tiempo necesario para que el cerebro reciba la información y podamos sentir la saciedad. Una buena opción es apuntar las comidas y las sensaciones que tenemos tras ellas para poder aprender de nosotros mismos.
¿Es una opción saludable?
Debemos pensar si el alimento nos aporta algún beneficio a nuestra salud. Si es lo primero que hemos visto, o si se trata de un alimento que hemos elegido de forma premeditada.
Pensemos en una opción que nos aporte nutrientes que promuevan la saciedad: proteínas, grasas saludables, carbohidratos complejos y fibra.
Hoy en día, a la vez que abunda la comida rápida, nos encontramos con un gran abuso de productos light, bajos en grasa y en definitiva, todo aquello que creemos no nos va a hacer engordar.Pero no nos engañemos, debemos tener claro que lo light, lo sin sal o sin azúcar no engorda siempre menos ni es siempre sano.
De hecho, el exceso del consumo de este tipo de productos puede hacernos engordar. Puede ser que una galleta sea integral, pero tiene azúcar. Un zumo puede ser “sin azúcares añadidos” pero aún así tener abundante azúcar en su composición y no aportarnos ningún beneficio.
La mejor opción es basar nuestra dieta en alimentos mínimamente procesados, en la cantidad adecuada para nuestro organismo y no centrarnos en un nutriente concreto. Una dieta basada en alimentos de verdad y en cómo nos hacen sentir los alimentos resultará en una dieta equilibrada.
Marta Cuenca
Dietista-Nutricionista