Adicciones y trastornos de la conducta
La adicción es un concepto tan amplio como polémico. Tradicionalmente la adicción se limitaba al consumo de sustancias psicoactivas. Sin embargo, los avances en la investigación de la conducta han llevado a reconocer a la ludopatía o juego patológico como un trastorno adictivo, y así queda recogido en la última edición del Manual Estadístico de Enfermedades Mentales (DSM-V) de la Sociedad Americana de Psiquiatría. La incorporación de los juegos de apuestas al catálogo de adicciones abre, aún más si cabe, el debate de si las conductas pueden llegar a ser adictivas.
Cualquier conducta normal que produce satisfacción o placer puede convertirse en problemática cuando su intensidad y frecuencia alcanza un nivel capaz de interferir en las relaciones familiares, sociales y/o laborales de la persona, quien pierde el control sobre ella. Desde esta perspectiva, un gran porcentaje de clínicos e investigadores definen a la conducta adictiva como una conducta excesiva, compulsiva, incontrolable y psicológica o físicamente destructiva. La neurociencia nos ha mostrado que los correlatos neurológicos que explican la experiencia de placer en cualquiera de sus formas e intensidades, son los mismos que se activan en personas con adicción a las drogas o al juego. A nivel cerebral, una recompensa es una recompensa, independientemente de si su origen es químico o experiencial, aunque en términos generales, las drogas son reforzadores más potentes que las experiencias sin sustancias.
Desde hace décadas los investigadores intentan descifrar porqué algunas personas evolucionan hacia un comportamiento abusivo o incluso adictivo, mientras otras, la gran mayoría, limitan su experiencia a la experimentación o uso moderado. Identificar las características predictoras del abuso y de la adicción ha sido y sigue siendo un enigma. La respuesta es compleja y tiene en cuenta un extenso elenco de factores predisponentes que van de lo personal a lo social, de la biología a los valores, de la personalidad a la cultura. En el entramado de factores de riesgo, la accesibilidad es uno de los factores con mayor capacidad explicativa. Esta debe ser entendida como la disponibilidad real de la sustancia o conducta o la percepción de que resulta fácil conseguirla.El desarrollo tecnológico aplicado a la comunicación, información y ocio ha revolucionado el comportamiento social.
Uno de los mayores aportes de Internet ha sido la inmediatez y la accesibilidad a bienes y servicios que antes requerían un mayor esfuerzo de búsqueda y desplazamiento. Probablemente los mejores ejemplos de cómo las nuevas tecnologías han impulsado antiguas conductas adictivas, sea el consumo de porno y los juegos de apuestas.
Ante la falta de controles que eviten el acceso de los menores de edad a las páginas que albergan material pornográfico o juegos de apuestas, los operadores online se limitan a colocar, como único impedimento, un ingenuo botón, asumiendo que únicamente lo pulsarán los mayores de edad. Declinar esta responsabilidad en los visitantes, con independencia de su edad real, es sin lugar a dudas una dejación de la responsabilidad y una inoperancia de la supervisión que se espera de la administración pública.
Conducta online
La reciente encuesta Europea ESPAD 2015 sitúa a los jóvenes españoles 2 puntos por encima de la media europea en juego de apuestas: 16% la prevalencia de alguna vez en la vida y 6% el juego de apuestas frecuente. En nuestra provincia, los resultados del primer estudio sobre el juego de apuestas entre adolescentes muestran que uno de cada cuatro jóvenes (28,5%) ha jugado alguna vez. Existe una marcada diferencia de género (46,3% de los chicos y 18,7% de las chicas). La prevalencia de juego patológico alcanza al 1.2% de la población adolescente. Otras conductas online que preocupan especialmente a madres, padres y educadores son el cibersexo, el acoso y el abuso de los videojuegos.
Para prevenirlas es necesario comenzar desde la infancia, cuando la familia ocupa un papel destacado frente a otros agentes socializadores como son los amigos, la escuela y los medios de comunicación. Adquirir hábitos saludables y una sólida educación en valores vacuna a los menores para la irremediable exposición a estas experiencias en la adolescencia. Hoy en día, las madres y los padres disponen de materiales prácticos que les ayudarán en su tarea educadora. Si a pesar de ello, el/la adolescente presenta una conducta de abuso que se mantiene en el tiempo y que entra en conflicto con sus responsabilidades y relaciones socio-familiares, para los casos problemáticos, afortunadamente contamos con excelentes profesionales.
Daniel Lloret Irles
Doctor en psicología especializado en adicciones.
Profesor de Psicología Social en el Departamento de Psicología de la Salud de la Universidad Miguel Hernández.
*Artículo publicado en la revista nº 42 de Más Que Salud.