¿El corazón de mi bebé está enfermo?
No es fácil diagnosticar una enfermedad de corazón durante la gestación, pero predecir su evolución hasta el nacimiento, en caso de existir, puede ser más complicado.
Los ginecólogos pueden diagnosticar vía transvaginal algunas enfermedades cardíacas a partir de la semana 12 de gestación. Pero es a partir de la semana 18 cuando, teniendo todas las condiciones favorables para ello, podemos diagnosticar o descartar una cardiopatía congénita con una fiabilidad muy alta. Necesitamos tener una posición adecuada del feto, buena visibilidad materna, contar con un ecógrafo con alta definición, y con experiencia del profesional en la materia, ya sea un ginecólogo, cardiólogo infantil o, como es habitual en países anglosajones, técnico ecografista especializado en ecocardiografía fetal. Evidentemente, si no se dan estas condiciones, y sumamos la movilidad del bebé o embarazos múltiples, la complejidad aumenta.
El profesional encargado de ofrecer toda la información relacionada con la detección de una anomalía cardiaca fetal (consejo prenatal) debe disponer de toda la información aportada por un equipo multidisciplinar compuesto principalmente por obstetras, cardiólogos infantiles, genetistas, neonatólogos, cirujanos cardíacos o incluso radiólogos si se ha necesitado una resonancia magnética para confirmar el hallazgo de otras posibles anomalías asociadas.
Diagnóstico
Ese especialista explica de una manera cercana y accesible la alteración encontrada en ese momento, su probable evolución hasta que nazca el bebé, el posible tratamiento, la calidad de vida del niño hasta su vida adulta y la posibilidad de que conciban de nuevo un niño con alteraciones cardíacas.
Aunque se puede predecir con gran fiabilidad la evolución de la mayoría de las anomalías del corazón, hay algunas que tienen un futuro incierto, y así como el corazón del bebé crece, también lo puede hacer la alteración, aunque igualmente pueda estabilizarse, o incluso desaparecer. Por ejemplo, no es lo mismo encontrar una comunicación interventricular (un pequeño agujerito en el corazón) de 3 mm. a las 20 semanas de gestación y el corazón del bebé mide 2 cm., que cuando está de 40 Sg y el corazón mide 5 cm.; también hay que diferenciar si el agujerito está más situado en la punta del corazón (donde tiene más posibilidades de cerrarse solo) o si se encuentra cercano a la salida de los grandes vasos, donde además de que su cierre espontáneo es menos probable, puede ir asociado a otras alteraciones genéticas a menudo acompañadas de alteraciones en otros órganos, como el Síndrome de Down o el Síndrome de DiGeorge.
El diagnóstico prenatal de cardiopatías congénitas, la información que demos y cómo la demos tienen una gran implicación no sólo en la recomendación de derivar a la madre a un Hospital preparado para ofrecer tratamiento inmediato al recién nacido si así lo requiere, sino también en la decisión de los padres de continuar o no con el embarazo. Por eso, supone una gran responsabilidad hacer un diagnóstico lo más certero posible, e informar de forma congruente con los datos obtenidos de casos similares, pero con la humildad de saber que en un pequeño porcentaje de casos la naturaleza a veces nos sorprende. Y en ocasiones para bien.
Dra. Aida Hernández Blanco
Pediatra especialista en Cardiología infantil y ecocardiografía fetal
Instructor de Reanimación cardiopulmonar avanzada pediátrica y neonatal
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