Justificaciones para fumadores, infieles, glotones…La Disonancia Cognitiva
Si, todos recurrimos a ella. Lo hemos hecho y volveremos a hacerlo. Se llama disonancia cognitiva y aunque, quizás, no se haya escuchado nunca este término, podríamos definir este concepto como la técnica del autoengaño.
Según el doctor Sergio Oliveros Calvo, Psiquiatra y Director de Grupo Doctor Oliveros “la disonancia cognitiva consiste en relativizar nuestra falta de armonía interior con algún sutil autoengaño o una burda justificación. Buscamos atajos que evitan el choque entre nuestras ideas o entre éstas y nuestras emociones y creencias. Así evitamos el malestar psicológico que nos provoca actuar en conflicto entre lo que decimos y pensamos y lo que hacemos”.
Disonancia Cognitiva: La justificación perfecta para la infidelidad
Si pidiéramos que levantase la mano aquel, o aquella, que se considerase infiel, es probable que nos encontrásemos con muy pocos mea culpas en la sala. ¿Por qué sucede esto? La mayoría de nosotros afirmamos, con rotundidad, que nunca seríamos infieles porque no nos gustaría que lo fueran con nosotros. Sin embargo, todos sabemos que la infidelidad es algo que sucede con bastante regularidad entre las parejas. ¿Por qué actuamos así? Hugo Filippe dos Reis es especialista en Clínica y Psicoterapia Psicoanalítica. Según este experto, “al cometer una infidelidad, solemos justificarnos diciéndonos, a nosotros mismos, que la culpa es del otro. Excusamos nuestra acción diciendo que hemos actuado así porque nuestra pareja ya no nos trata igual, que pasa más tiempo con sus amigos que con nosotros. Hacemos esto para soportar de nuestra conciencia, de los valores de nuestra moral, de nuestra educación, esos que nos dicen la infidelidad es de malas personas, algo que causa sufrimiento”
Cuando hemos cometido una infidelidad con nuestra pareja, recurrimos a la disonancia cognitiva porque tenemos la necesidad de justificarla o reducir su importancia. El psiquiatra Sergio Oliveros opina que, a este comportamiento, nos empuja “el estado de malestar interior e, incluso, ansiedad, que experimentamos ante una situación así. Sin embargo, es muy poco probable que podamos vivir en esta autojustificación de manera permanente. En realidad, cuando pase un tiempo, y si mantenemos la convivencia con nuestra pareja, lo más probable es que terminemos por desmoronarnos. Esto es debido a que, la lucha interna que mantenemos con nosotros mismos puede llegar a ser tan desesperante, que el recurso prolongado de la disonancia cognitiva nos llevaría a tener problemas de trabajo, con nuestro entorno, incluso, a padecer alguna enfermedad”.
Lo que vale para los cuernos vale para el tabaco
Así es. De igual manera que todos sabemos que poner los cuernos a nuestra pareja no está bien, también sabemos que fumar puede derivar en un cáncer, problemas respiratorios, fatiga crónica e, incluso la muerte. Entonces, sabiendo todo esto, ¿por qué fumamos? Pues porque recurrimos a autojustificaciones del tipo “¿para que quiero vivir muchos años si no puedo disfrutar?; mi abuelo ha fumado desde que era un niño y está como un roble; un cigarro más o menos no va a cambiar nada; fumo hasta que acabe esta cajetilla y lo dejo”.
Más pronto o más tarde, quien recurra a estos argumentos, vivirá el conflicto entre lo que dice y lo que hace, padecerá un estado de disonancia cognitiva: quiero dejar de fumar, sé que es malo para mi salud, pero fumo. El psiquiatra Sergio Oliveros apunta que “cambiar el pasado es imposible y modificar un hábito perjudicial como fumar no es fácil. Entonces ¿qué hacemos para justificar un comportamiento que va contra nuestras ideas? Pues optamos por cambiar esto último, nuestras ideas. Así, podemos justificar nuestro comportamiento y paliar el estrés y la ansiedad que nos provoca nuestro propio conflicto interno de intereses”. Y lo mismo valdría para cuando dejamos de ir al gimnasio, pese a tenerlo pagado; rompemos una dieta, incluso sabiendo que nos sobran algunos kilos que hemos de perder; o abandonamos el aprendizaje de un idioma, aun sabiendo que su dominio nos abriría nuevas oportunidades laborales. Todas estas situaciones y otras muchas más (que cada lector piense en las suyas) nos llevan a padecer situaciones de disonancia cognitiva. También sirve, tristemente, para justificar la violencia de género, tanto desde el punto de vista de la persona que agrede como de la que recibe la agresión.
Se confunde con la culpa
Esto es lo que piensan algunos autores, para quienes, debido a la dificultad de poder medir objetivamente la parte cognitiva de la disonancia, sólo se podría hablar de la disonancia cognitiva como concepto subjetivo. Para estos expertos, dicha dificultad podría llevar a confundir la disonancia cognitiva con otros comportamientos como la culpa. Según estos críticos de la disonancia cognitiva, es imposible saber si este comportamiento se debería a una emoción, a una percepción o a una interacción entre ambas. En todo caso, según el doctor Sergio Oliveros, y explicaciones teóricas aparte, “lo cierto es que la disonancia cognitiva es un mecanismo de afrontamiento que todos utilizamos. Aunque nunca es bueno recurrir a ella, lo hacemos sin darnos cuenta. El problema ocurre cuando abusamos de ella, hacer que la disonancia cognitiva se convierta en el actor principal de nuestras decisiones, puede traernos problemas serios. Viviremos entonces en una constante automentira”.
Pepe Varela
Periodista