Las hierbas y especias, fundamentales en la dieta mediterránea
Qué duda cabe de que, además de ser saludable, la dieta mediterránea se compone de delicias gastronómicas. Son multitud las hierbas y especias que contribuyen no solo a enaltecer los sabores y aromas de numerosos platos sino que además aportan su “toque” saludable gracias a los micronutrientes que contienen.
Pimentón, azafrán, canela, comino, laurel, tomillo, romero, pebrella, ajo, perejil son hierbas y especias autóctonas o ya centenariamente cultivadas en España. Son también ya “nuestras” hierbas y especias originarias allende los mares, como la pimienta, canela, nuez moscada, el comino, el clavo… Si todas ellas – y más- son fundamentales en la cocina mediterránea se podría decir que el ajo y el perejil, junto al aceite de oliva, son elementos definitorios de nuestra cocina mediterránea.
El ajo
La importancia y versatilidad del ajo en la gastronomía española se evidencia en la multitud de platos cuyo nombre termina en “al ajillo” como, por citar algunos, “Conejo al…”, “Gambas al…”, “Setas al…”, “Pollo al…”, “Angulas al…” o “Espinacas al…”. Se emplea también en adobos, salsas, guisos, sofritos… enaltece el sabor de platos a base de legumbres, cereales, verduras, carnes, pescados…
El ajo, que levanta pasiones, tiene también sin embargo algunos detractores, mayoritariamente debido al olor que deja en la boca tras ser consumido. Para rebajar la intensidad del ajo, se puede escaldar unos minutos en agua hirviendo antes de incorporarlo a la receta. Otro recurso para aligerar la digestión consiste en cortarlos por la mitad y deshacerse del brote central.
Históricamente, desde el antiguo Egipto, el ajo fue usado como remedio medicinal y en el siglo XIX el químico y bacteriólogo francés Louis Pasteur demostró científicamente sus valores antibióticos.
El perejil
Hoy en día de cultivo y uso mundial, el perejil es una planta autóctona de los países mediterráneos que ha llegado a ser omnipresente en esta dieta. No obstante, no siempre ha sido así pues en la antigua Grecia el perejil se destinaba a honrar a los difuntos y no a la alimentación de los vivos; sería en la Edad Media cuando los monjes empezaron a cultivarlo en los huertos de sus conventos y a usarlo como condimento.
Es perfecto para aderezar sopas, vinagretas, mariscos, carnes, pescados, paellas, ensaladas… Además de por su aroma y sabor, es muy apreciado como elemento decorativo para finalizar la presentación de numerosos platos.
Puestos en faena en nuestra cocina, si lo queremos trocear es preferible hacerlo con los dedos, y no con un cuchillo, pues así ayudamos a mantener su color. Para conservarlo lo más conveniente es envolver los tallos en un papel de cocina húmedo dentro de la nevera, ya que de esta manera se preservan mejor sus vitaminas: sus hojas son ricas en vitaminas A, B1, B2, C y D, además de aportar hierro y calcio.
Y masticar una ramita de perejil ayuda a combatir el mal aliento. Útil si, por ejemplo, hemos comido ajo.
Artículo publicado en el nº 47 de Más Que Salud, puedes consultarlo en el siguiente enlace.
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