¿Irratibilidad infantil o trastorno de desregulación disruptiva del estado de ánimo?
La Asociación Estadounidense de Psicología (American Psychological Association –APA-) propuso, en 2012, algunos cambios en la considerada biblia de los desórdenes mentales, la Diagnostic and Statistical Manual 5ª edición (DSM-V).
Entonces, muchos pusieron el grito en el cielo. ¿La razón? Con la introducción de nuevos síndromes, se abrió el debate sobre si se estaban medicalizando, de forma innecesaria, algunos procesos mentales humanos que eran sencillamente naturales en el comportamiento de las personas. Esto podría ser verdad en parte. El psiquiatra Sergio Oliveros Calvo, único médico en España con tres primeros premios Doctoralia Awards consecutivos apunta que “desde la revisión, muchos trastornos de la mente, que hasta ahora no habían tenido diagnóstico (al menos, no uno acertado), por fin lo tenían. Es éste el caso del trastorno de desregulación disruptiva del estado de ánimo (DMDD)”.
Cuando el berrinche infantil no es sólo un berrinche
Si eres padre, o madre, quizás hayas vivido (y padecido) episodios similares a éste. El niño o la niña, con entre 6 y 10 años de edad, grita, pega y patalea cada dos por tres. Manifiesta un mal humor que, además de estresar a los padres, muestra claros síntomas de que ni el propio niño es capaz de controlarse. Los padres se preocupan, con razón, puesto que estos ataques de rabia no concuerdan con la etapa de desarrollo en la que se encuentra el niño. Isabel González Villalobos es psiquiatra infantil. En su opinión “a los 6 años, el niño ya ha adquirido un lenguaje comprensivo y expresivo suficientemente bueno como para poder expresar su malestar, enfado, rabia y frustración de otro modo que no sea recurrir a las rabietas o berrinches”.
Falsos bipolares
Hasta los años 90 del pasado siglo, aquellos niños que mostraban este tipo de comportamiento, solían ser diagnosticados dentro de la categoría de trastorno bipolar. Y es que, por aquel entonces, se consideraba que síntomas como la irritabilidad crónica, hiperactividad o desborde emocional podían ser la forma en la que, entre los más pequeños, se manifestaba la fase de manía del trastorno bipolar. Sin embargo, hacia el año 2001 y tras diversos estudios de seguimiento de menores con estos síntomas, se comprobó que no se detectaban, en ellos, casos de manía y si de depresión o ansiedad. Además, según puntualiza el doctor Sergio Oliveros “tampoco existía respuesta al tratamiento con litio, el fármaco primera línea del trastorno bipolar. Todo esto hizo pensar que esa irritabilidad crónica infantil respondía a una entidad diferente a la bipolaridad”. Fue así como, la Asociación Estadounidense de Psicología (APA), definió el Trastorno de desregulación disruptiva del estado de ánimo (DMDD).
Trastorno de desregulación disruptiva del estado de ánimo (DMDD)
Para el doctor Oliveros “una de las primeras consecuencias, positivas, de la estandarización del DMDD, fue la reducción del número de casos diagnosticados en niños de trastornos bipolares”. Nada baladí, si se tiene en cuenta que, a estos pacientes, normalmente, se les recetan antipsicóticos, un tipo de medicamentos con efectos sobre el desarrollo neurológico de la persona aún no son suficientemente conocidos.
Así pues, y sencillamente, lo que hizo la APA fue delimitar patrones de conductas específicas que, antes, no sólo se diagnosticaban como trastorno bipolar, sino también como depresión, trastorno de conducta o hiperactividad.
Antes de continuar, una advertencia, para los padres sobreprotectores o primerizos, de la psiquiatra infantil González Villalobos “en la mayoría de los casos no hay que alarmarse. Un niño o una niña que tiene una rabieta, de vez en cuando, no requiere, probablemente, otra cosa que no sea paciencia y cariño. El problema viene cuando el pataleo no se queda en pataleo, sino que se detectan, en el comportamiento del niño, graves arranques emocionales, descontrol conductual y verbal y respuestas desproporcionadas ante situaciones de la vida cotidiana”. Es entonces, puntualiza la doctora Villalobos “cuando habrá que que preocuparse y acudir a un especialista en busca de diagnóstico y tratamiento. Eso sí, para que el niño pueda ser diagnosticado como afectado de DMDD, su conducta debe mantenerse al menos un año, con un periodo no superior a tres meses libre de síntomas”. Además, añade el doctor Sergio Oliveros Calvo, “dicha conducta debe darse en, al menos, dos de los tres ámbitos más importantes del niño: casa, escuela, círculo de amigos”.
Un diagnóstico cuidadoso
Diagnosticar un trastorno de desregulación disruptiva del estado de ánimo (DMDD) no es sólo cosa de 10 minutos. Hay que hablar con el niño, preguntarle, jugar o dibujar con él, si es que aún no sabe hablar. Además, hay que entrevistar a los padres para comprobar que no se trata de un problema de educación en casa. Y no estaría de más ver como es el entorno educativo del niño, por ejemplo, hablando con su tutor.
Una vez diagnosticado, por el especialista (no por el doctor Google), que el niño está afectado de DMDD, habrá que comenzar con el tratamiento. En palabras del doctor Sergio Oliveros “lo indicado en estos casos es combinar medicación y psicoterapia. En todo caso, y debido a que el diagnóstico es nuevo, los médicos clínicos aún están investigando los tratamientos que funcionan mejor. Por ejemplo, se han utilizado medicamentos estimulantes, medicamentos antidepresivos, como los inhibidores selectivos de recaptación de la serotonina, y un tipo de terapia conocida como análisis conductual aplicado. Además, los padres deben trabajar en estrecha colaboración con el médico para aprender lo que funciona mejor para su hijo”. O sea que, de la mano de un especialista, los padres aprenderán a enfrentar los berrinches perturbadores de su retoño paciente de DMDD.
Pepe Varela
Periodista