¿Necesito un fotoprotector para estar en casa?
Artículo de :Silvia Salazar Rico; Estefanía Hurtado Gómez; Isabel Gonzalez-Álvarez; María del Val Bermejo Sanz; Marta González Álvarez
Universidad Miguel Hernández
La fotoprotección, por suerte, está de moda. Cada vez estamos más concienciados sobre los efectos nocivos de la radiación solar. Pero ¿hay algún factor que estemos dejando fuera de la ecuación? ¿Identificamos correctamente en qué situaciones necesitamos usarlos?
Para responder a esto hay que tener en cuenta que la región más energética de la luz visible es la luz azul. Tiene una longitud de onda comprendida entre los 400 y los 500 nm. Y aunque la produce el Sol, también es la luz emitida por la mayoría de los dispositivos electrónicos que utilizamos cada día.
La intensidad de la luz azul de estos dispositivos electrónicos comparada con la del Sol es entre 100 y 1000 veces más pequeña; sin embargo, el tiempo de exposición a ella puede ser mucho mayor.
Existe [cierta controversia entre los expertos](https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/30568934/) acerca de su efecto dañino en la piel, y la evidencia hasta el momento es muy escasa, con muestras pequeñas, basadas en tipos de piel diferente y tiempos de exposición muy cortos. No obstante, la ciencia sigue avanzando, dejando entrever ese potencial dañino.
La luz azul deteriora y arruga la piel
La capacidad de penetración de la luz azul en la piel es mucho mayor que la de la radiación ultravioleta, consiguiendo alcanzar las capas más profundas de la dermis. Esto se traduce en una sobreproducción de radicales libres, disminución del colágeno, alteración de la distribución celular y daño en el ADN.
La consecuencia evidente de todo ello es que, al exponernos en exceso a luz azul, se produce un fotoenvejecimiento cutáneo que se manifiesta con [hiperpigmentación y enrojecimiento de la piel, aparición de líneas finas y arrugas, disminución de la elasticidad, aparición de flacidez, etcétera](https://onlinelibrary.wiley.com/doi/10.1111/jocd.13803).
De ahí que, incluso trabajando desde casa o dentro de una oficina cerrada, nos convenga emplear fotoprotectores.
Los filtros solares que utilizamos para protegernos de las radiaciones solares son de dos tipos: químicos y físicos (también llamados minerales). Estos últimos actúan reflejando, dispersando y absorbiendo las radiaciones.
Y ahí está la clave de la protección frente la luz azul: para brindar protección en toda la zona del espectro visible es necesario añadir minerales a la formulación. La combinación de los tres óxidos de hierro –amarillo, rojo y negro–, junto con el TiO₂ y el ZnO , dan como resultado un protector de amplio espectro.
Protectores frente a la luz azul
Además de los filtros minerales, estudios recientes destacan dos plantas como potenciales candidatos para ayudarnos a protegernos de la luz azul. La primera de ellas es Gardenia jasminoides_. Su extracto, rico en glucósidos iridoides y compuestos antioxidantes, ha demostrado eficacia en ensayos _in vitro_ realizados en fibroblastos dérmicos humanos irradiados con luz azul. En concreto, la _Gardenia jasminoides_ es capaz de reparar la red mitocondrial y el área celular que afectada.
La segunda protagonista es _Leontopodium alpinum, cuyos compuestos principales son flavonoides y esteroides. L. alpinum_ también fue estudiada en fibroblastos expuestos a la luz azul dando como resultado una inhibición de [la secreción de unas enzimas –metaloproteinasas de matriz que degradan las fibras de colágeno y cuyos niveles aumentan con la exposición a la luz azul.
Por último, para una actuación completa frente al impacto de la luz azul se deben emplear [antioxidantes](https://www.mdpi.com/1660-3397/16/11/399). Estos se pueden encontrar en algas y microalgas ricas en carotenoides o fucoidan.
Es imposible hablar de antioxidantes sin nombrar tres conocidas moléculas: la niacinamida o vitamina B3, que además es un excelente despigmentante, y las vitaminas C y E, imprescindibles para [combatir la sobreproducción de radicales libres](https://onlinelibrary.wiley.com/doi/10.1111/ics.12637).
La rutina cosmética indicada para hacer frente a la luz azul parte de una limpieza e hidratación cutáneas adecuadas como base. De igual modo, la elección del fotoprotector correcto es vital: debemos elegir uno que reúna los activos y cualidades comentadas. Es decir, incluir los tres tipos de óxidos de hierro que hemos comentado anteriormente y algunos activos más como niacinamida, vitamina E o extractos de algas.
Se puede complementar el cuidado con formulaciones enriquecidas que ayuden a reparar el daño causado por los radicales libres, como el extracto de Gardenia jasminoides o antioxidantes como la vitamina C, entre otras muchas opciones.