Por 13 Razones, Ballena Azul y suicidio adolescente

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Estos días dos elementos temáticos están trayendo, a la actualidad, el tema del suicidio adolescente. Por un lado, está la serie adolescente Por 13 Razones. Basada en la novela homónima de Jay Asher, esta serie narra la historia de Clay Jensen, un adolescente que recibe una caja de zapatos llena de cintas de casete, grabadas, al parecer, por Hannah Baker, una compañera de su instituto que se suicidó dos semanas antes.

A través de 13 compañeros, Hannah narra las trece razones por las que decidió quitarse la vida. En cuanto a Ballena Azul, se trata de un juego macabro, difundido a través de redes sociales, surgido en Rusia y que ya se ha cobrado víctimas en distintos países. En este segundo caso, el adolescente tiene que completar 50 retos distintos en 50 días sucesivos. Estos van desde pruebas sencillas como dibujar una ballena a hacerse cortes con una cuchilla o, como reto final, suicidarse lanzándose desde un edificio.

Para el psiquiatra Sergio Oliveros, el elemento común denominador de la serie televisiva y el juego es claro «en ambos casos, hasta llegar a 13 ó a 50, y antes de llegar al suicidio, el adolescente realiza otros actos de atención, lanza otras señales de alarma que no son atendidas por nadie. En ambas sucesiones, el suicidio constituye el último recurso que encierra todos los mensajes anteriores».

¿Cómo se llega al número final? ¿Dónde están los adultos a medida que se van sumando razones y mensajes? ¿Nadie puede observar, prestar atención, a esa dramática secuencia de actos en la que el adolescente va cayendo a medida que se acerca al suicidio? Sean 13 ó 50 las razones, tanto de la serie televisiva como del juego Ballena Azul, podemos concluir que el suicidio no es nunca un hecho aislado, sino una culminación de intentos fallidos, por parte del adolescente, de hacer notar al entorno, sobre todo a los adultos -y, principalmente, a los padres- que necesita ayuda.

Para el doctor Oliveros «el suicidio es siempre un desenlace, la conclusión a la que una persona llega en su desesperación, cansado de enviar señales a las que nadie hace caso. Esas señales, enviadas por el adolescente a los adultos en general y a los padres en particular, son llamadas desesperadas para que aquellos se interesen por ellos. Piden que les ayuden a comprender el padecimiento propio, incomprensible desde su mente adolescente y, a menudo, sin formar, de la vulnerabilidad por la que están pasando».

El doctor Sergio Oliveros explica cuáles son las posibles consecuencias de no hacer caso a las señales del adolescente «en ese momento, la persona cae en la desesperación total. En ese estado, uno puede involucrarse en cualquier cosa, tomar cualquier determinación, incluida el suicidio. Si no se existe para nadie, no se existe para si mismo. En ese momento el individuo tan sólo encuentra un último recurso para que los demás reparen en él: acabar con su vida».

Suicidio adolescente: ¿qué puede hacerse?

Desde un primer momento, hay que tener algo claro. Y es que estamos hablando de adolescentes que lo están pasando mal que tienen una muy baja autoestima, una muy baja tolerancia a la frustración. Hay que tener en cuenta que no estamos ante un adolescente como la mayoría, sino ante una persona que está pasando por una serie de circunstancias que, todas sumadas, conforman un cóctel explosivo: adolescencia, inmadurez mental, soledad. Estamos ante un cerebro inmaduro en el que predominan los impulsos emocionales sobre la capacidad de análisis, sobre una racionalidad que aún no ha acabado de formarse.

Por otra parte, Que juegos como Ballena Azul se desarrollen en redes sociales tiene una clara explicación «la adolescencia es la etapa de la vida en la que el individuo está desarrollando su propia personalidad individual y, de forma paradójica, en estas circunstancias el sentido de pertenencia al grupo cobra una especial importancia. En este entorno, las redes sociales, como nueva forma de pertenencia al grupo, puede hacer del adolescente solitario y sin arraigo social, a menudo afectado por problemas como la baja autoestima, el bullying o trastornos como la depresión, un objetivo vulnerable. En los grupos formados en las redes sociales, el adolescente, a diferencia de lo que le sucede en el mundo real, se siente reconocido». En realidad, añade el doctor Oliveros, «este tipo de juegos macabros tienen estrechas similitudes con los juegos iniciáticos, propios de sociedades tribales y sectas, de paso de la adolescencia a la edad adulta».

Consejos

Lo primero que aconsejan los especialistas, una vez que los padres detectan que su hijo adolescente está involucrado en un juego macabro como la Ballena Azul (hay otros de similar perfil como Pedro Responde, Operación 7, San Andreas…), es abstenerse de prohibir «prohibir no sirve de nada. Hay que sentarse con el adolescente y hablar con él sobre lo que está sucediendo. Es muy importante que el adolescente sienta que no está sólo, que tiene en sus padres y adultos cercanos (por ejemplo, sus profesores) a alguien con quien puede canalizar, de forma adecuada, el conflicto emocional por el que está pasando».

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