Vacaciones saludables en la Isla de Tabarca
Utilizada como base de operaciones por los corsarios berberiscos (s. XIII) contra las poblaciones de la costa levantina, poblada por el Conde de Aranda en el reinado de Carlos III con ligures rescatados de la isla tunecina de Tabarka, amurallada la población en el siglo XVIII por el ingeniero militar Fernando Méndez de Ras, en el siglo XXI la isla de Tabarca se ha convertido en destino obligado para disfrutar del Mikonos alicantino, la única isla habitada de la Comunidad Valenciana.
A unas 11 millas desde Alicante, municipio del que depende la isla, son muchas las formas de llegar por mar a Tabarca: a través de las embarcaciones de pasajeros que salen de los puertos de Alicante, Santa Pola, Guardamar, Torrevieja, Campello o Benidorm; por los taxis, canoas rápidas, que tienen a Santa Pola como puerto base; o en embarcaciones privadas.
Las dos primeras y embarcaciones con poco calado se pueden abarloar al muelle para la bajada de los pasajeros. Las embarcaciones privadas fondean junto a la isla y bajan a tierra por sus propios medios.
Un pueblo amurallado de calles cortas sin coches, con viviendas unifamiliares y plazas con palmeras, una playa y varias calas de aguas transparentes, su reserva marina protegida (1986), con gastronomía propia, la iglesia, la casa del Gobernador hoy hotel; y extramuros, un campo baldío, un torreón, un faro y el cementerio; son su carta de presentación.
Fachadas encaladas con el marco de las puertas y ventanas pintadas en azul como los colores de la bandera de Alicante; otras con el amarillo albero o el rojo bermellón, hacen de este pueblo antaño de pescadores un lugar ideal para el sosiego y la buena mesa, donde bien viene un poco de ejercicio por sus senderos por el campo ante espléndidos amaneceres o nadando en el mar.
Uno de sus mayores placeres es también disfrutar de la tranquilidad de la isla cuando los turistas de las embarcaciones de pasajeros ya se han marchado. Sentado al atardecer en una de sus terrazas tomando un refresco mientras el día declina y el cielo se viste de rojo. En frente, en la costa de Alicante o de Santa Pola, se van encendiendo las luces de las casas que dan al mar, lucecitas lejanas que bailan a la brisa. Este final del día es un lujazo después de un día ajetreado de sol y playa, donde no pueden faltar las galeras y el caldero tabarquino durante la comida, la tertulia que acompaña a la sobremesa y la siesta hasta media tarde.
Porque la isla de Tabarca lo tiene todo para unas vacaciones saludables: la dieta mediterránea, hacer ejercicio y el sosiego necesario a la vida ajetreada de nuestra vida cotidiana.
Escritor
Artículo publicado en el nº 46 de Más Que Salud, puedes consultarlo en el siguiente enlace.